¿Debido proceso o justicia?

March 7, 2018

Donald Trump sólo parece preocuparse por el "debido proceso" cuando oculta a los abusadores sexuales como él mismo.

EL ÚLTIMO ejemplo del total desprecio de la administración Trump por las mujeres que denuncian el acoso y abuso sexual fue su respuesta a la fotografía Colbie Holderness tras una paliza que exsecretario de personal de la Casa Blanca, Rob Porter, le dio.

En la Casa Blanca sabían, desde cuando Porter asumió su puesto, que Holderness y Jennifer Willoughby, su segunda esposa, habían detallado años de abuso. Pero fue sólo después de que la foto de Holderness fuera publicada, el 7 de febrero, que finalmente ella fue escuchada.

En ese momento, la Casa Blanca cesó su defensa de Porter, y el Jefe de Gabinete John Kelly llegó a decir que renunciaría si así lo quisiera la administración, sólo días después de llamar a Porter "un hombre de verdadera integridad y honor". Porter, que todavía mantiene su inocencia a pesar de la evidencia, fue obligado a renunciar.

Pero la imagen de una mujer golpeada no sólo no tuvo efecto alguno sobre Donald Trump, sino que lo motivó a doblegar su desdén por las mujeres que se atreven a acusar a abusadores, como él mismo.

Trump with former White House Staff Secretary Rob Porter

"Vidas están siendo destrozadas y destruidas por una simple acusación", tuiteó Trump el 10 de febrero. "Algunas son reales y otras falsas. Algunas son viejas y otras son nuevas. No hay recuperación para quien es acusado falsamente--vida y carrera idos. ¿Acaso no existe tal cosa como el debido proceso?"

¿"Debido proceso"? ¡Vaya joya viniendo de un ciudadano tan respetuoso de la ley como Donald Trump, quien hizo carrera jugando con regulaciones en bienes raíces que protegen a la gente de depredadores como él!

Y francamente irritante al recordar como Trump no defendió el "debido proceso" de los Central Park 5 en 1989, cinco adolescentes negros y latinos que fueron injustamente acusados de la violación y asesinato de una mujer blanca en Central Park. Los cinco fueron, después de pasar años encarcelados, exonerados por evidencia de ADN.

Pero primero, ellos fueron presa de una histeria racista, en la que los medios de comunicación los condenaron mucho antes de que entraran a los tribunales, con Donald Trump liderando la turba.

Trump compró anuncios en cuatro periódicos de la ciudad de New York pidiendo la pena de muerte: "¿Cómo puede nuestra gran sociedad tolerar la continua brutalización de sus ciudadanos por parte de trastornados inadaptados? ¡Debemos decir a los criminales que sus LIBERTADES CIVILES TERMINAN CUANDO UN ATAQUE A NUESTRA SEGURIDAD EMPIEZA!"

Trece años más tarde, después de que sus convicciones fueron anuladas, Trump todavía se atrevió a insistir en que los Central Park 5 eran culpables. ¡¿Dónde está el debido proceso con que los Central Park 5 puedan buscar justicia contra su acusador-en-jefe?!

En respuesta al repentino aprecio de Trump por el "debido proceso", uno de los Central Park 5, Raymond Santana, tuiteó: "Así hubieras hablado en 1989... #thecentralpark5, llamaste por la #deathpenalty, teníamos 14 y 15 años ".


TRUMP NO es el único que usa cínicamente la inquietud sobre el debido proceso para criticar a las mujeres por hacer sus denuncias en los meses desde que #MeToo captó la atención nacional.

Desde que la campaña de Internet comenzó, docenas de poderosos hombres en Hollywood, los medios y el gobierno se han visto obligados a responder a las mujeres que han roto el silencio sobre el acoso y la agresión sexual que sufrieron, y en marcado contraste con la situación previa a #MeToo, algunos de los abusadores perdieron sus trabajos y carreras por ello.

No todos están contentos con este desarrollo, por supuesto. Algunos, no sólo el acusado y sus defensores afirman que #MeToo tiene un impacto demasiado grande, demasiado rápido.

Pero su problema no es con el "debido proceso" en sí, sino con las mujeres que han hecho las denuncias y buscan su propio proceso, el que les fue negado en el pasado. El movimiento #MeToo no sólo ha expuesto cuán rutinario es el acoso y abuso sexual, sino el hecho de que las mujeres no tenían forma de combatirlo hasta que alzaron su voz.

Los mecanismos que supuestamente protegen a las mujeres de los abusadores son tristemente inadecuados, en el mejor de los casos, mientras los que protegen a los abusadores trabajan muy eficientemente.

En el caso de Porter, el FBI conocía bien sus abusos tras conducir una investigación rutinaria para personal de la Casa Blanca que busca obtener la máxima autorización de seguridad.

El FBI informó a la Casa Blanca de los cargos, que impidieron a Porter obtener una autorización de seguridad permanente. Pero eso no le impidió obtener y mantener un alto puesto; de hecho, Porter ayudó a escribir el discurso del Estado de la Unión de Trump el mes pasado.

El primer instinto de la administración, al enterarse de que las acusaciones se harían públicas, no fue investigar, sino defender a Porter, quién afirmó que sus ex esposas estaban mintiendo. El New York Times informó que la Secretaria de Prensa Sarah Huckabee Sanders y la Directora de Comunicaciones Hope Hicks, que habían estado saliendo con Porter, pidieron a Kelly que apoyara a Porter. Kelly aceptó una declaración que condena los cargos como "viles".

El senador republicano Orrin Hatch, a quien Porter sirvió como jefe de gabinete antes de ir a la Casa Blanca, tuvo un mensaje similar. Llamó las acusaciones "un vil ataque contra un hombre decente", pero cambió su tono cuando las fotos fueron publicadas.


FRENTE A un sistema que protege a los acosadores y abusadores sexuales, especialmente los poderosos entre ellos, fue necesaria la voz de miles de mujeres para comenzar a forzar algún cambio.

#MeToo no es demasiado, muy rápido. Ha tardado décadas en nacer. El poder de las mujeres dando un paso al frente no ha mermado la justicia, sino que la ha acrecentado.

Y si hay justicia del todo, este debiera ser sólo el comienzo para la administración Trump.

La semana pasada, el escritor de discursos de Trump, David Sorensen, también fue obligado a renunciar después de que se hiciera público que su ex esposa, Jessica Corbett, dijo a los agentes del FBI que él había abusado de ella, incluyendo pasarle sobre el pie con un auto y apagar un cigarrillo en su mano.

Otro gran cerdo por derribar por el movimiento #MeToo se haya tras el escritorio en la Oficina Oval. Más de una docena de mujeres ha presentado denuncias de agresión sexual y abuso contra Donald Trump.

Varios casos de acoso sexual, y aun peor, entre los miembros del Congreso han arrojado una necesaria luz sobre las ineficaces normas y regulaciones que ponen obstáculos en el camino de las mujeres que buscan justicia.

Pero sin una continua presión desde abajo, aún existe el peligro de que los políticos en Washington frenen cualquier cambio significativo.

Las miles de mujeres que avanzan con sus experiencias, y que encuentran solidaridad, están transformando la forma en que las mujeres piensan de lo que perduran a diario y qué deben hacer para organizarse en su contra.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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