A costillas de todos nosotros

February 18, 2015

Pablo D'Amato, autor de "El Significado del Marxismo", comienza una serie de artículos que detallan La política de la Organización Socialista Internacional, planteada en "Nuestra Posición".

Guerra, pobreza, explotación y opresión son producto del capitalismo, un sistema en el cual sólo una minúscula elite, los capitalistas, se beneficia del trabajo hecho por la gran mayoría, los obreros.
-- Fragmento inicial de "Nuestra Posición" de la ISO

VIVIMOS EN un mundo en que el capitalismo –un sistema basado en el mercado, guiado por el lucro, y donde la riqueza es usada para conseguir más riqueza – se ha expandido a cada rincón del planeta. Hoy, el capitalismo parece ser tan natural como la órbita lunar. Pero no lo es. El capitalismo se desarrolló en un determinado momento de la historia de la humanidad, y así como surgió, desaparecerá.

El trabajo ha sido la base de toda sociedad humana desde las bandas recolectoras –donde la producción y la distribución eran relativamente igualitarias--hasta el actual sistema industrial. Tan pronto como el modo de producción permitió a la sociedad generar excedentes por sobre lo básico para la subsistencia, ésta comenzó a dividirse en clases: una clase dirigente y parasitaria que se apropia del excedente y una clase trabajadora que lo produce.

La política de la Organización Socialista Internacional

Las anteriores clases dirigentes se apropiaban directamente de ese excedente, en la forma de trigo, maíz o cualquier otro grano o producto de la tierra que el esclavo, siervo o campesino producía. Bajo el capitalismo, el modo de apropiación está mediado por el intercambio entre el capital y el trabajo; el que aparece como un intercambio de igual valor de salarios por trabajo.

Pero por debajo de este aparentemente equitativo intercambio de mercancías yace el reino de la producción, donde la explotación ocurre sin duda igual como bajo la opresión feudal. El origen de la ganancia --dinero, la forma que el excedente toma bajo el capitalismo- radica en la diferencia entre lo que un trabajador puede producir en un determinado día y lo que los capitalistas pagan en salarios.

La base de la producción capitalista es que el trabajo mismo debe convertirse en una mercancía.

Hoy parece completamente normal y natural que por un lado haya una minoría dueña de las fábricas, minas, colegios, hospitales y oficinas; y por el otro, una vasta mayoría que no tienen propiedades y que se ven obligados --bajo pena de morir de hambre-- a vender su capacidad de trabajo a esos mismos capitalistas, lo que Carlos Marx llamó "fuerza de trabajo".

Pero esta concentración de los medios de producción en manos de unos pocos y la creación de una fuerza laboral "libre", que sólo posee su fuerza de trabajo para vender, es un fenómeno relativamente reciente.

Toda sociedad dividida en clases exprime la riqueza de sus trabajadores y campesinos. En consecuencia, se basan en el empobrecimiento de las mayorías. Esto es particularmente virulento en el capitalismo, ya que irónicamente éste es un sistema enormemente productivo. La constante presión ejercida sobre los capitalistas para vender más que sus competidores, lleva a innovaciones jamás vistas en sociedades anteriores. Estamos tan inundados de riqueza que, usada racionalmente, podría proveer a todos de comida adecuada, alojamiento, educación y salud.

Pero a medida que la inmensa riqueza capitalista se acumula, la parte que va hacia la mayoría que la produce, con salarios altos o bajos, se reduce. En un país donde 20 dólares la hora es considerado un salario decente, existen multimillonarios cuya riqueza es superior a la riqueza total de muchos países.

Además, el capitalismo cuenta con un creciente "reserva laboral", los desempleados, para ejercer presión sobre los salarios y proteger sus ganancias. Como resultado, el número de personas en el mundo que están sumidas en la más absoluta miseria, también crece.

El resultado más obsceno de este desarrollo es que 6 millones de niños mueren cada año por enfermedades derivadas del hambre y la miseria, a la misma vez que el mundo produce suficiente alimento como para proveer a cada ser humano con una dieta completa. En todo el mundo, literalmente, decenas de millones de personas viven con prácticamente nada, sobrellevando una existencia al borde de la inanición.


LA IRRACIONALIDAD del capitalismo se confirma más profundamente en el fenómeno de las crisis económicas, donde una ruptura entre compra y venta tiene lugar, y el sistema temporalmente se estanca, negocios enteros van a la quiebra y millones se quedan sin empleo.

De manera perversa, estas crisis son el resultado de superabundancia, no de escasez. Son crisis de sobreproducción, en donde los bienes ya no pueden ser vendidos con ganancia para el capitalista y en consecuencia dejan de ser vendidos. Las crisis muestran claramente la manera en que la producción por la obtención de ganancias crea la absurda situación en que demasiado significa privaciones y penurias.

Mientras que superabundancia en una sociedad racional, basada en las necesidades humanas, sería causa de celebración (y reducción de la jornada laboral), en el capitalismo es causa de crisis y motivo de alarma, una crisis en la cual los bienes se pudren y las fábricas permaneces ociosas mientras la gente que necesita los bienes y tiene la capacidad de trabajar enfrenta devastación.

Estas crisis son producto del carácter anárquico y no planificado del mercado capitalista. Cada crisis conduce a una recuperación en la cual "el pez grande se come al chico", esto es, los capitalistas que sobreviven se tragan a los que sucumbieron, y un nuevo período de expansión no planificada comienza otra vez.

Uno de los resultados más visibles de este proceso es la centralización y concentración de capitales, el crecimiento de conglomerados capitalistas más y más grandes que controlan más y más riqueza.

A través de este ciclo económico de auges y crisis, el capitalismo, de ser un sistema de capitalistas individuales centrados principalmente en Inglaterra, cada uno con sólo docenas de trabajadores, pasó a un sistema mundial de producción dominado por gigantes empresas multinacionales que emplean cientos de miles.

Wal-Mart, la mayor tienda al por menor del mundo, emplea amás de un millón de personas y realiza ventas por cientos de miles de millones de dólares. Lo que empezó relativamente como un mercado de "libre" competencia en los inicios del capitalismo, fue dando lugar a monopolios, el dominio de las industrias a manos de gigantescas multinacionales.

El capitalismo nunca fue un sistema pacífico. La fuerza, especialmente las fuerzas armadas del estado, han sido siempre utilizadas para optimizar la obtención ganancias de distintos grupos capitalistas nacionales. Con el crecimiento de los monopolios, el papel del estado y de sus fuerzas armadas también creció.

A medida que el capitalismo fue rompiendo los límites de sus mercados nacionales, cada estado utilizó sus fuerzas armadas tanto para proteger como para expandir sus mercados en beneficio de sus propios intereses capitalistas "nacionales". Si bien las guerras y las conquistas no nacieron con el capitalismo, en su transcurso ha crecido el nivel de opresión sistemática y de destrucción que ocasionan al mundo.

A medida que el capitalismo se fue convirtiendo en un sistema mundial en el siglo XIX pasado, los estados más poderosos usaron el fraude, el robo y la violencia para repartirse las colonias. Dividir y conquistar, usando la raza, el idioma y otros métodos para enfrentar a los explotados entre sí, se convirtió en un método decisivo por medio del cual las clases dirigentes intentaban asegurar sus dominios.

Este conflicto entre el crecimiento de la economía mundial y la división entre países competidores produjo dos de las guerras más tremendas y devastadoras de la historia del mundo.

Para resumir, mientras bajo el capitalismo el desarrollo de enormes fuerzas productivas ha generado riqueza suficiente para eliminar de raíz la miseria y el hambre, lo ha hecho a expensas de la mayoría cuyo trabajo hizo posible estos cambios. Lo ha hecho, por otra parte, de tal manera como para producir más y más crisis económicas, guerras destructivas y opresiones extenuantes, las cuales sólo pueden ser eliminadas y superadas cuando el sistema mismo sea derrotado.

Traducido por Roberto Platzer. Este artículo apareció por primera vez en la edición del 26 de octubre de 2007 de Socialist Worker.

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